Todo se queda, aunque esté cambiando
Hay una canción de una de mis series animadas favoritas que dice: "Vas a encontrar algo donde lo dejaste, pero al revés". Esta simple frase esconde una de las verdades más profundas de la existencia: nada permanece igual, pero nada se pierde del todo. Simplemente se transforma.
El valor de lo descolorido
Vivimos en una cultura obsesionada con lo nuevo, lo impecable. Vemos una grieta, una mancha o el descolorido paso de los años como un defecto que debe ser reparado o reemplazado. Pero, ¿y si viéramos esas marcas como un testimonio?
- La cubierta gastada de un libro no es una imperfección, es el rastro de las manos que buscaron consuelo o conocimiento en sus páginas.
- Una taza de café astillada no está rota, es un testigo silencioso de innumerables conversaciones y mañanas.
- El "deterioro" no es más que la historia haciéndose visible.
Como dice la canción, "de abajo es más claro, al voltear lo verás". A veces, solo necesitamos cambiar nuestra perspectiva para encontrar la belleza en lo que el tiempo ha tocado.
Somos custodios de la transición
El punto más importante es que no somos meros espectadores de este cambio. Somos agentes activos en la transición de las cosas y, más importante aún, de las personas.
Cuando amamos un objeto, lo usamos y lo integramos a nuestra vida, nos convertimos en un capítulo de su existencia. Somos esa "sutil manera" en la que cambia cada momento. Lo mismo ocurre con las relaciones. Crecemos y cambiamos, y quienes nos acompañan son parte de esa lenta y constante transformación. No somos los mismos que ayer, pero seguimos siendo nosotros.
Aceptar que todo tiene un ciclo y que lo viejo o "roto" tiene un valor incalculable es entender la vida misma. No se trata de un final, sino de un continuo y hermoso proceso de ser.